miércoles, 22 de julio de 2009

CELOS, UN ENCUENTRO CON EL ABISMO INFINITO


por LUIS BUERO

Hay quién desea ser torero y termina como astronauta. Yo, que soñaba escribir una comedia para la televisión mexicana, desde el año 2005 soy el coordinador del, creo, único taller de reflexión y mutua ayuda de la Argentina (¿y del mundo?) dedicado a los celosos y celados. Se desarrolla en un espacio público con entrada libre y gratuita, y se titula Cuando Los Celos Te Carcomen. Con el mismo título escribí un libro, inédito aún.

El sábado 3 de septiembre del 2005, cuando iba camino a mi primera charla sobre los celos en una escuela frente a Plaza Italia me preguntaba: ¿vendrá alguien a escucharme?. Pues sí, me esperaban cien personas (no dejaron entrar más porque no cabían en el aula). Gente rica y gente pobre, celosos y celados que iban desde los 20 a los 80 años, solos o en pareja, heterosexuales y gays, seres agobiados por el miedo al ataque y a la pérdida de sus vínculos cotidianos.

El espacio permanente se abrió luego en otro sitio, el Hospital Tornú, para el cual creé pequeños sketches, dramatizaciones, juegos, técnicas de acción y propuestas para la simple discusión que parte del relato de los participantes. Desde entonces, todos los miércoles, como el Capitán del Enterprise, inicio la reunión con personas nuevas que se suman y otros veteranos talleristas, haciendo un viaje que siempre nos lleva a un puerto que nos despierta una visión superadora del mundo, ya que en definitiva, para brincar sobre el charco no podemos evitar tomar envión como para saltar un océano. Y eso intentamos hacer.

¿POR QUÉ SENTIMOS CELOS?

Junto con la voracidad y la envidia, los celos son uno más de esa trilogía de afectos inevitables que nos invaden a poco tiempo de abandonar el paraíso del útero materno. Al principio somos Uno (pero no con el Universo, como diría Kung Fú, el pequeño saltamontes) sino con la teta salvadora de la madre. Pero tarde o temprano llega ese día en el que descubrimos que Yo y No-Yo son dos lugares distintos, y que ese No-Yo que nos acariciaba y nos daba de comer, tiene marido, otros hermanos, trabajo, amigas, un perro, una computadora para chatear….y nos preguntamos…¿ahora de qué me disfrazo para llamar la atención y para volver a ser el Único?. Así estrenamos ese fulero sentimiento de exclusión. Fulero y a la vez necesario para crecer.

Y por si esto fuera poco, entramos a una cultura y a un lenguaje que nos toma de entrada y nos informa que el matrimonio es de a dos, que el adulterio está prohibido por la Ley y por la religión, es decir, ni se te ocurra desear a la mujer de tu prójimo (empezando por mamá). Y nos insisten con que, como somos seres volubles, imperfectos, que venimos de un pecado original, siempre hay un sospechoso adentro del dormitorio, y un enemigo afuera que se lo quiere robar. Y ante el brote que puede seguir a esta perspectiva, para un celoso/a los hombres son vistos como animalitos alzados que se quieren voltear hasta a la estatua de Lola Mora, y la mujeres como más fáciles que la tabla del uno y están anhelantes por tener más puestas de espaldas que el Caballero Rojo.

Por si esto fuera poco, el Dios Mercado promueve el individualismo extremo, la realización full-time del éxito profesional y comercial, que tapa el ruido de las preguntas fundamentales: ¿existo? ¿quién soy? ¿quién me va a querer?. Y ante la liberalización de las costumbres (“mi amor, yo te adoro pero me voy al alter office con mis compañeros y luego a bailar sola con mis amigas”) hasta los celos, en pequeña medida, se vuelven un mecanismo de defensa social.

SE ME SALTÓ LA TÉRMICA

¿Cuándo los celos son patológicos? Seguro te estarás preguntando eso.

Los celos son como la pimienta, que en poca cantidad da sabor y en exceso intoxica. Son un motor pulsional, erotizan al otro y nos exigen atención y esmero. Pero cuando al celoso se le salta la térmica, el celado se siente asfixiado, castrado, no se puede insertar creativamente en la sociedad, se auto-secuestra. O sea, como cantaba Cortez, todo es cuestión de medida.

Y cuando la marea supera el dique, el o ella revisan bolsillos, celulares, casilla de correo, contratan detectives, torturan a su media naranja con interrogatorios de Guantánamo. Y eso es porque su dependencia emocional del Otro, es extrema, como cuando era pequeño y demandaba exclusividad a sus papis, solo que de adulto, regresar a esas etapas del autoerotismo y el narcisismo es exigir lo imposible, y a un altísimo costo. Los delirios paranoicos, las ansiedades psicóticas nos proponen un tour que va de la violencia verbal y física hasta estar en Policiales de Crónica Tv en un puñado de estaciones. Y mientras tanto, antes que eso, ya dimos y soportamos una convivencia de tragedia, no de comedia.

ACEPTAR LA FALTA, EL AGUJERO INFINITO. (“¿Lo qué?”)

Una vez nacidos, el mundo perfecto se perdió. Buscamos la completitud en ese otro/a que nos va a amar, en una vocación, teniendo hijos, plantando el árbol, escribiendo el libro, pero nada nos puede saciar, porque el registro de carencia debajo del cielo es inesquivable, y la ruptura entre lo que siento y lo que digo que siento también. De ahí que amar es siempre dar lo que no se tiene a alguien que no es. Y cuando Romeo y Julieta afirman que son el uno para el otro, el otro no es ninguno de dos.

Pero al menos, lo que debemos comprender es que no somos el burro detrás de la zanahoria, como indicaría el párrafo anterior, si no que lo que nos impulsa es el agujero infinito e imposible de llenar, que quedó atrás en el tiempo: me refiero a esa experiencia mítica de satisfacción que fantaseamos que vivimos alguna vez, y que no volverá jamás.

Nuestro trabajo en el taller es ése: la autoconciencia y el des-apego. Nunca le digo a alguien: estás loco, tu esposa nunca te va a engañar, o, tu marido jamás se va a enamorar de otra. Porque no lo sé.

Y aunque sugerimos la renovación de la palabra confianza, la verdad es que no hay garantías, y pese a la máxima certidumbre prometida hasta las Torres Gemelas se pueden derrumbar. Por eso, esa Seguridad que se le reclama a los celosos no es la de que nadie los va a traicionar o abandonar, si no, la seguridad de que lo van a poder soportar, como ya lo hicieron alguna vez, cuando dejaron de ser el gran Uno para el gran Otro que les daba la mamadera.

Los celos son una defensa neurótica como respuesta ante la pregunta por el deseo el otro, que siempre es, fue y será una incógnita.

FRASES PARA EL CALENDARIO

Finalizando, gente valiente que llegó a este renglón, les quiero repetir algunas frases que a veces comentamos en el taller:

- El amor es la única posesión en la que no se posee nada.
- Yo sostengo la punta del hilo que me ata.
- Pensar fácil, hacer fácil.
- Duro con el problema, blando con las personas.
- En vez de esperar que alfombren el mundo, calcemos un buen par de zapatillas.
- Toda queja es una demanda de amor.

Y VIMOS QUE:

- Aunque algo sea impensable para uno, no quiere decir que no exista y que uno no lo tenga que aceptar.
- Hay una realidad que se auto-crea.
- La significación de las cosas no sale de las cosas mismas, sino de nosotros.
- La percepción de la realidad está determinada por la estructura psíquica del sujeto.
- El pasado que recordamos es una construcción que nunca porta una verdad inmutable aunque inventemos instrumentos para cristalizarlo.
- Tenemos creencias fijas que nos condicionan (las mujeres son…los hombres son…)
- No somos objetos pasivos de lo que nos sucede, también elegimos estar donde estamos.
- El cambio depende de la intención nuestra que llevamos adelante en cada paso.
- Todo vínculo nos implica una relación costo-beneficio.
- La buena noticia es que los celos enfermizos se curan, la mala es que depende de nosotros.

Estas son algunas perlitas que fuimos recogiendo de aquí y de allá, intentando cumplir lo que me sugirió aquella profesora que les mencioné al principio: “Luis, no te olvides nunca que hablar es una necesidad, pero escuchar, es un talento”.

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