sábado, 2 de abril de 2011

ESTRAGO MATERNO, EN REVISTA "PARA TI" DE ESTA SEMANA edición impresa

 

 

ESTRAGO MATERNO

 

Por Luis Buero

 

 

Si, hay madres obsesivas, sobre-protectoras, “castradoras”.  Son aquellas a las que el hijo, especialmente si es varón, vino a “completarlas”, porque él detenta lo que a ellas “les falta”,  y el pobre crío, si acepta resignar su existencia para satisfacer el deseo de la madre, está liquidado.  Y esa Súper Mamá que no lo deja ser,  a través del tiempo no solo pretenderá elegirle las maestras, sino también las amigas, las novias, las esposas, y finalmente, las enfermeras del psiquiátrico en el que culminará la existencia del polluelo,  ya crecido.

Después, en el extremo opuesto, están las otras “mamis”, las que depositan la crianza del primogénito en la mucama, el portero, el pediatra, la abuela, el chofer del micro escolar, el chico pasea-perros, el profesor de natación, y en el amante. Son las que se enteran que el muchachito reprobó la primaria cuando veinte años después las saluda porque va a trabajar como trapecista y ellas lo sorprenden con: “¿pero vos no te habías recibido de médico?”

En el medio de estas dos modalidades hay una hiancia, un espacio no escrito sobre qué es ser una buena madre, y en ese interrogante sobre la función materna se anotan muchas otras mujeres…mirando con ironía y a la vez con cierta envidia a las señoras que sin culpa ni cuestionamientos ocupan los roles exagerados que expuse antes.

Pero estas madres del tercer tipo que se auto-califican “la peor del colegio” ( y que en el fondo creen estar en la senda correcta) tampoco la pasan bien. Desde el vamos no bautizan a sus hijos con nombres sencillos como Pablo, Juan, Matías, Martín, sino que apuntan a lo que ellas consideran como original o artístico (Dante, Nahuel, Emanuel, Jonathan) y piensan que es mejor que sus niños no transiten en la vida por la carretera principal, sino por caminos aledaños. Están convencidas de que sus chiquillos deben injustamente interrumpir su educación (la que ellas les dan) para ir al colegio.

Sin embargo, estas tres clases de madres comparten una instancia.  No tienen un marido de verdad que las contenga en su demanda neurótica, que les impida manejar “su producto” como a un muñeco, y  que interponga una barrera, un límite al estrago materno.

Si, las tres clases de madres son igualmente estragantes, y el imposible a lograr es desubicarlas de ese lugar omnipotente de Gran Otro Primordial que llena la mente del niño, como a una caja vacía,  con todos sus significantes en letras de oro, marcándolo para siempre, por los siglos de los siglos, amén.